«Hoc signo tuetur pius, hoc signo vincitur inimicus» («Con este signo es protegido el piadoso, con este signo es vencido el enemigo»). Pelayo atribuyó su éxito a la utilización de este emblema protector. Sea o no más fidedigna la historia que sobre Don Pelayo y la batalla de Covadonga se cuenta: si fue en el 718 o 722, el numero de participantes según las crónicas, los estudios recientes hablando de una algarada de cuatro tíos, que si el termino Reconquista fue acuñado en tiempos contemporáneos... lo cierto es que los mitos y leyendas nos transmiten la visión de lo que creían, sentían y vivían nuestros antepasados en aquella época —no hay que juzgar el pasado con los valores de hoy"—, y ese sentimiento y pensar colectivo en aquel momento clave, de aquel hecho, fue la llama que prendió y motivó que se iniciara un lento pero persistente avance hacia el sur en ese proceso de recuperación del reino perdido, hacia la unidad definitiva de los reinos cristianos, concluida la llamada Reconquista con la toma de Granada en 1492.
¿Apostarías por un manco, cojo y tuerto para hacer frente a la "Pérfida Albión"? A la vista del desenlace sería estúpido decir que no... Nuestro medio hombre se llama Blas de Lezo y es recordado por haber sacudido estopa a los Ingleses dirigiendo la defensa de Cartagena de Indias durante el asedio británico en 1741, donde con apenas 6 barco consiguió resistir heroicamente el ataque de 195 navíos durante la cruenta batalla.
Este intrépido guipuzcoano con tan sólo 17 años perdería su pierna de un cañonazo en la dura batalla de Vélez-Málaga en 1704, a los dos años una esquirla de otro cañonazo le volaría el ojo izquierdo. Tiempo después, con 26 cumplidos, durante la Guerra de Sucesión quedaría manco de un balazo. Desde entonces el sobrenombre de Almirante Patapalo le acompañaría siempre. Se había convertido ya en una leyenda, pero sería como comandante general en Colombia cuando pasaría a los anales de la historia como uno de los mejores estrategas de la Armada Española por su extraordinaria hazaña y gloriosa victoria frente a los humillados Ingleses del almirante Edward Vernon en Cartagena de Indias.
Sobre su figura planea un sin fin de ataques y defensas enconadas. Considerado uno de los mejores generales de su época y uno de los grandes héroes que nuestra madre tierra ha producido, la Leyenda Negra lo describe y junto a sus tropas de élite, los Tercios, como un tipo ambicioso, brutal, sádico, cruel y salvaje, sin empatía, que aplicaba el terror y el exterminio, un auténtico tirano. Expertos e historiadores de renombre desmienten todos estos extremos, otros importantes y serios dicen lo contrario.
En cualquier caso decir que es un personaje relevante, para bien o para la mal, en la historia de España, fue hombre de confianza del emperador Carlos V y de su hijo Felipe II. Allá donde hubiera que defender la causa imperial allá se encontraba el duque de Alba. Lo vemos en Viena frente a la expansión otomana, en Túnez derrocando a Barbarroja devolviendo el control y poderío de la Corona sobre el mediterráneo, en Mühlberg venciendo a los protestantes alemanes, sus campañas de Flandes, sofocando las revueltas en los Países Bajos, derrotando a Luis de Nassau y Guillermo de Orange, o conquistando, para el Imperio, Portugal. Vivió el esplendor del Siglo de Oro y compartió armas y camaradería con su buen amigo el poeta Garcilaso de la Vega. Con todo, resultó ser el paladín de la idea de Imperio —¿Imperio generadores/civilizadores o imperios depredadores/colonizadores?— y sus acciones favorecieron el apogeo indiscutible en el concierto internacional durante el SXVI.
[En la imagen el lema "Je Maintiendrai" (mantendré) de la casa de Orange-Nassau]
Sobre su figura planea un sin fin de ataques y defensas enconadas. Considerado uno de los mejores generales de su época y uno de los grandes héroes que nuestra madre tierra ha producido, la Leyenda Negra lo describe y junto a sus tropas de élite, los Tercios, como un tipo ambicioso, brutal, sádico, cruel y salvaje, sin empatía, que aplicaba el terror y el exterminio, un auténtico tirano. Expertos e historiadores de renombre desmienten todos estos extremos, otros importantes y serios dicen lo contrario.
En cualquier caso decir que es un personaje relevante, para bien o para la mal, en la historia de España, fue hombre de confianza del emperador Carlos V y de su hijo Felipe II. Allá donde hubiera que defender la causa imperial allá se encontraba el duque de Alba. Lo vemos en Viena frente a la expansión otomana, en Túnez derrocando a Barbarroja devolviendo el control y poderío de la Corona sobre el mediterráneo, en Mühlberg venciendo a los protestantes alemanes, sus campañas de Flandes, sofocando las revueltas en los Países Bajos, derrotando a Luis de Nassau y Guillermo de Orange, o conquistando, para el Imperio, Portugal. Vivió el esplendor del Siglo de Oro y compartió armas y camaradería con su buen amigo el poeta Garcilaso de la Vega. Con todo, resultó ser el paladín de la idea de Imperio —¿Imperio generadores/civilizadores o imperios depredadores/colonizadores?— y sus acciones favorecieron el apogeo indiscutible en el concierto internacional durante el SXVI.
[En la imagen el lema "Je Maintiendrai" (mantendré) de la casa de Orange-Nassau]
Camiseta customizada inspirada en el disco de los Beatles “Abbey Road”, sobre nuestros grandes reyes de la historia de España. Aquellos reyes ya míticos que crearon el llamado Imperio Español, ese imperio generador, en contraposición con los Imperios depredadores, del que habla el filosofo Gustavo Bueno. La representación simbólica de aquella idea de Imperio represantada en los Reyes Católicos (Isabel y Fernado) y el emperador Carlos V y su hijo Felipe II.
Al alba la primera sombra cae sobre tierras jienenses, hacia el corazón de la Sierra Morena Oriental. Gigante, imponente, sobre su amplio pecho su águila negra, el arrano beltza, que porta orgulloso mientras rompe las cadenas y traspasa la barrera de esclavos africanos que protegen al califa. Le han arrebatado su gran tesoro, su preciada esmeralda. Miramamolín el Verde huye, las fuerzas navarras de Sancho “el fuerte” han asestado el golpe definitivo sobre el ejército del Imperio almohade.
Según cuenta la leyenda neozelandesa, Tamanuitera ( El Sol en Maorí ) cabalgaba tan velozmente por las cordilleras del cielo que al hombre apenas le daba tiempo a percibirlo, hasta que un día Maui, el intrépido e ingenioso semidiós del mar, trenzó un mechón de pelo de su hermana junto con hilo verde para coserlo a modo de red e ir a los confines de la tierra para capturar al Sol. Una vez allí, después de una tediosa pelea Tamanuitera prometió pasar por los cielos más despacio para dar tiempo a los hombres a disfrutarlo y aprovecharse de sus importantes beneficios. Hay quien dice que los rayos del Sol son las cuerdas mágicas que en su día intentaron atrapar a Tamanuitera.
En la cultura Maorí el Sol representa el calor y la energía, la eternidad como fuente de luz, inteligencia, liderazgo, riqueza, grandeza, pasión, deseo, determinación en la vida, poder y protección.
Cuenta la leyenda que en un lugar del pacífico llamado Teaoturoa, vivía un apuesto guerrero llamado Mataora que quedó cautivado por la belleza exótica e irresistible de una mujer del inframundo, hija de Uetonga, descendiente de la diosa de la noche y el dios de los terremotos, de nombre Niwareka. Tan prendado quedó que le pidió matrimonio y ella accedió a quedarse en su mundo. Las cosas funcionaban hasta que en un desdichado día el aguerrido Mataora entró en cólera y violentamente maltrató a la princesa. Ahogada en su tristeza, abandonó a su esposo, regresando a Rarohenga, a su antigua vida subterránea. Las nubes lloraban, los arboles gritaban, los ríos sangraban... las súplicas del guerrero retumbaban en las profundidades de la tierra. Arrepentido de sus actos descendió en busca de su amada para implorarle el perdón. Uetonga que lo reconoció al llegar, soltó una gran carcajada pues la pintura corporal del héroe se había borrado por el camino. Desnudo de vergüenza, expuso su dolor en lagrimas de arrepentimiento, a lo que el misericordioso Rey perdonó tatuándole permanentemente y le mostró el arte del Ta Moko. Reconciliados, regresaron del más allá, donde enseñaron generación tras generación esta técnica del tatuaje tradicional maorí de Nueva Zelanda.
Cuenta la leyenda que en un lugar del pacífico llamado Teaoturoa, vivía un apuesto guerrero llamado Mataora que quedó cautivado por la belleza exótica e irresistible de una mujer del inframundo, hija de Uetonga, descendiente de la diosa de la noche y el dios de los terremotos, de nombre Niwareka. Tan prendado quedó que le pidió matrimonio y ella accedió a quedarse en su mundo. Las cosas funcionaban hasta que en un desdichado día el aguerrido Mataora entró en cólera y violentamente maltrató a la princesa. Ahogada en su tristeza, abandonó a su esposo, regresando a Rarohenga, a su antigua vida subterránea. Las nubes lloraban, los arboles gritaban, los ríos sangraban... las súplicas del guerrero retumbaban en las profundidades de la tierra. Arrepentido de sus actos descendió en busca de su amada para implorarle el perdón. Uetonga que lo reconoció al llegar, soltó una gran carcajada pues la pintura corporal del héroe se había borrado por el camino. Desnudo de vergüenza, expuso su dolor en lagrimas de arrepentimiento, a lo que el misericordioso Rey perdonó tatuándole permanentemente y le mostró el arte del Ta Moko. Reconciliados, regresaron del más allá, donde enseñaron generación tras generación esta técnica del tatuaje tradicional maorí de Nueva Zelanda.
Cuenta la leyenda que en un lugar del pacífico llamado Teaoturoa, vivía un apuesto guerrero llamado Mataora que quedó cautivado por la belleza exótica e irresistible de una mujer del inframundo, hija de Uetonga, descendiente de la diosa de la noche y el dios de los terremotos, de nombre Niwareka. Tan prendado quedó que le pidió matrimonio y ella accedió a quedarse en su mundo. Las cosas funcionaban hasta que en un desdichado día el aguerrido Mataora entró en cólera y violentamente maltrató a la princesa. Ahogada en su tristeza, abandonó a su esposo, regresando a Rarohenga, a su antigua vida subterránea. Las nubes lloraban, los arboles gritaban, los ríos sangraban... las súplicas del guerrero retumbaban en las profundidades de la tierra. Arrepentido de sus actos descendió en busca de su amada para implorarle el perdón. Uetonga que lo reconoció al llegar, soltó una gran carcajada pues la pintura corporal del héroe se había borrado por el camino. Desnudo de vergüenza, expuso su dolor en lagrimas de arrepentimiento, a lo que el misericordioso Rey perdonó tatuándole permanentemente y le mostró el arte del Ta Moko. Reconciliados, regresaron del más allá, donde enseñaron generación tras generación esta técnica del tatuaje tradicional maorí de Nueva Zelanda.