La cultura de la cancelación es la retirada del apoyo ya sea moral, financiero, digital e incluso social, de aquellas personas u organizaciones que se consideran inadmisibles por sus comentarios y acciones. Aquellos, aquellas o “aquelles” que trasgreden el nuevo orden establecido. Los trolls y bots perfectamente orquestados para boicotear y estigmatizar al hereje. Aquí cabe todo, ya hemos visto los linchamientos virtuales a aquellos que critican al sistema, que no se adhieren a ningún bando, y son controlados férreamente por la policía del pensamiento. Artistas, literatos, rockeros, metaleros, famosos librepensadores que usan un lenguaje “no inclusivo” y han sido defenestrados y han ardido en esas hogueras públicas. Es la nueva inquisición moderna que acota las libertades y censura toda disidencia.
A través de la neolengua —¡qué es el lenguaje sino el alma de los pueblos trasmitido de generación en generación! Pensamos a través de él y guía nuestro comportamiento— un nuevo cambio en la mentalidad, un paso más para la hegemonía cultural, una nueva victoria para rendirnos ante esta modernidad. Ese revisionismo y esa corrección política que somete a maestros como Tolkien o Lovecraft, a tebeos como Tintín o Conan, a los clásicos y cuentos populares y un larguísimo etcétera…
Permitirnos el exabrupto y quizá la exageración: pero creemos acabarán con las grandes obras y autores de la Literatura. El riquísimo lenguaje que nos han proporcionado los genios —como puedan ser Quevedo, Lope, Calderón o Cervantes— de nuestro Siglo de Oro, llenos de belleza y grandeza, además de sátira y mordaces insultos barrocos, pronto será perseguido y habrá que pedir perdón porque estos poetas soldados, ávidos de espíritu de aventura y milicia, hayan nacido en nuestra piel de toro. El siglo de las armas y las letras será cancelado, sus virtudes y sus temas universales de la verdad, el honor, el amor, el espíritu, el valor, el heroísmo, la caballerosidad o la patria serán reducidos a cenizas en esta “reversión” de lo políticamente correcto.