Cenizas de la Cultura Clásica que nos trasladan a hermosas leyendas e historias mitológicas de la Antigüedad. En la lejanía las tierras misteriosas de poniente que los griegos llamaban Hesperia, las Hespérides, aquel maravilloso jardín que las mélides o ninfas de árboles frutales cuidaban y que Hércules, el héroe de la mitología, acudió para realizar dos de sus trabajos en el límite de la tierra, quizá en la perdida Tartessos o la Atlántida, quién sabe, en cualquier caso se hablaba y se pensaba entonces en la cuna de nuestros ancestros, aquella que el historiador Estrabón bautizó como “Iberia". Muchos fueron los textos clásicos que situaron lugares fabulosos como el Hades o los floridos Campos Elíseos en nuestra península, el fin del mundo, allá donde no se ponía el sol…
Iberos, celtas, celtíberos, fenicios, griegos, cartaginenses, romanos, visigodos… civilizaciones ancestrales, antiguos pueblos que dejaron su rastro, su sustrato esparcido sobre la piel ibérica, sobre la isla donde se forjaban metales. De Tartessos a Hesperia, "Hiberia", Celtiberia, Hispania, la Hispania Gothorum, el Al-Andalus, Sefarad… crisol de culturas que regaron esta tierra fértil de conocimiento y sabiduría. Sobre estas cenizas de reyes legendarios como Hispalo y su hijo Hispan, descendientes de Hércules, se levantaron aldeas, poblados, ciudades, reinos e Imperios. Demasiada sangre, entre sombras y oscuridad, una mirada hacia la luz, hacia la luz de las Cenizas de Hesperia que germinan en suelo baldío y se alza, bajo sus ruinas, un mundo no ajeno que alimenta nuestro horizonte…
[En la imagen la representación del guerrero ibero de Porcuna o guerrero de la doble armadura, del siglo V a.C, cuyos restos escultóricos proceden del yacimiento de Cerrillo Blanco en Jaén].