Cómo acercarse a la brujas y no caer en el imaginario que sobre ella tenemos a través de la historia desde su demonización como mujer independiente, enemiga del pueblo a través de los textos inquisitoriales como el redactado por monjes en el Malleus Maleficarum pasando por la persecución de la Iglesia, la caza de brujas, la corrupción romántica, la deformación de la sociedad burguesa victoriana temerosa de la liberación femenina, el morbo, la superstición y el ocultismo de la modernidad hasta la cultura pop donde encontramos a esa bruja maléfica de aquelarres con machos cabríos comedora de niños.
Una mirada ancestral nos devuelve a la tradición primordial, el esoterismo y las ciencias ocultas, a la hechicera como mujer de poder, libre e independiente, conocedora de la sabiduría mágica, de conocimientos botánicos y curativos, que se acerca a la oscuridad para hacer el bien, transmitido ese saber de generación en generación como un circulo cerrado a través de las tres edades de la mujer (la joven, la madura y la anciana).
Si hemos de buscar referentes, ahí tenemos las madres de todas las brujas de épocas paganas como Circe, Medea y Casandra, aquellas visionarias o mujeres vigías que acompañaban al héroe, dotadas de conocimientos mágicos, o las misteriosas mujeres del bosque de época medieval como sacerdotisas y epicentro de conocimiento, o las manifestaciones brujeriles del siglo XIX (representadas en ciertas pinturas prerrafaelistas) como últimos vestigios de una sociedad mágica y sapiencial.
La historia de la brujería está teñida de sangre, ritos oscuros y crímenes, terribles juicios, persecuciones, intolerancia, chivos expiatorios… Frente a tópicos y leyendas negras quedémonos con el verdadero origen de la brujería, buen momento para recordar y recuperar las lecciones y virtudes de la sabiduría ancestral y del pensamiento mágico.